lunes, 29 de octubre de 2012

José Atuesta Mindiola

Al hacer este preámbulo pensaba yo en un leproso muerto en 1920 en Soledad (Atlántico) a la temprana edad de 28 años. Se llamaba Gabriel Escorcia Gravini y había compuesto en octosílabos perfectos 'la Gran Miseria Humana'. Y entre los muchos vates cultores del metro de ocho sílabas, reflexionaba en uno recién conocido, José Atuesta Mindiola, y en todos esos que llanamente se denominan decimeros: poetas populares cuyo primer propósito es derrotar el olvido con las armas de la estética verbal. Porque una cosa se revela como verdad evidente: decimeros como Atuesta Mindiola, herederos conscientes o inconscientes de Escorcia, lo que realmente quieren es narrar para la memoria y la mejor fórmula con que asaltan el olvido es el octosílabo. Porque este formato reviste a la narración de cierto prestigio misterioso y de ciertas propiedades mnemotécnicas.





jueves, 25 de octubre de 2012

Jesús Pinzón

Se ha afirmado muchas veces que con el entusiasmo del director, las partituras pasaban del escritorio del compositor al atril de los músicos. La estadística de Hernando Caro Mendoza elaborada en 1975, indica que se trataba de audiciones de estreno, y que los nombres que más sonaron en los  conciertos fueron los de González Zuleta, Uribe Holguín y Escobar ( Además de ellos, también se escucharon piezas de Roberto Pineda Duque, Jacqueline Nova, Luis Carlos Figueroa, Jesús Pinzón, Adolfo Mejía o Luis Torres en una larga lista sometida a consideración del público del Teatro Colón ) DE acuerdo con Caro Mendoza, era evidente la minuciosidad de Roots "...en  cada detalle de la instrumentación"-.En total, las partituras sinfónicas se programaron 40 veces lo que equivale a dos por año.




miércoles, 24 de octubre de 2012

Nuevas canciones de Gregorio Uribe en Estados Unidos.



El cantante y compositor colombiano Gregorio Uribe consolida su nombre en la escena musical latina en Nueva York con su álbum debut 'Pluma y Vino', en el que ofrece una colección de canciones de romance donde hay presencia también de su patria. Sus letras y melodías son nostálgicas y tienen acompañamiento de ritmos tradicionales colombianos como cumbia y currulao sumados al bolero latinoaméricano. En 'Pluma y Vino' la voz y la guitarra de Uribe son subrayadas por melodías de acordeón, arreglos de chelo, percusiones y solos de clarinete. Producto entre otras de aportaciones de sus fans, un porcentaje de las ventas del álbum se destinará a Fundación Alma, asociación con la que Gregorio colabora para promover la educación artística de niños marginados en América Latina. El lanzamiento del álbum tuvo lugar en Regattabar en Boston el 20 de enero y en Blue Note en Nueva York, uno de los más famosos clubes de jazz del mundo el 22 de ese mes.





Poesía

Lo más agradable de la respuesta de Gloria Cepeda era su calificación de cronistas, aplicada a los poetas populares. Envanecido porque mi apreciación coincidía con la de alguien de juicios tan sensatos, me propuse entonces leer despacio a José Atuesta Mindiola. La información cibernética daba cuenta de alguien que había ganado premios de primerísimos lugares en la Casa de Poesía Silva y en el Instituto de Cultura y Turismo del Cesar. Y que había escrito 'Estación de los cuerpos' (poesía), 'Valledupar desde la otra orilla' (Poesía), 'Sabanas de Mariangola' (monografía), y abundante producción valiosa para la identidad vallenata en revistas y periódicos nacionales. Quién era este autor que afirma: "Nunca el cielo se oscurece/ si hay amor en la mirada".




viernes, 12 de octubre de 2012

obra teatral


Veneno es un 'bebedizo' que lleva cocinándose casi un año en manos de la actriz Carolina Cuervo, quien por segunda vez escribe una obra de teatro. Una pócima que reúne a tres actrices: Marcela Benjumea, Ana María Medina y Patricia Tamayo, y cuya pizca final es el debut del actor Jhon Alex Toro como director de teatro.
Todo esto mezclado y presentado en el Teatro Casa General Castellana, un nuevo espacio escénico que se abrió en Bogotá y que se estrena con esta producción propia





martes, 7 de agosto de 2012

El Señor de los Anillos

Así se pasó la vida: escondiéndose con estilo. Diseñando refugios que le permitieran pensar que el hombre era mejor de lo que era y que los avances de la “civilización” no tocarían su amada Comarca. “Sólo un loco o un estúpido serían capaces de contemplar el siglo XX sin horror”, dijo algún día y hablaba en serio. Esta perspectiva reaccionaria no contradecía su natural buena onda, su caritativa visión de católico y su firme convicción de que —a pesar de todos sus defectos— la democracia era preferible a la monarquía.
Hay muchos que no necesitan que los defendamos porque se han pasado la vida demostrando que la opinión de los demás les importa poco. Tolkien es uno de ellos, pero no sobra insistir en que a pesar de las acusaciones que se le han hecho, a pesar de haber nacido en Sudáfrica y de haber sido picado por una tarántula en su infancia, no fue un racista, ni un traumatizado. La crítica amarga se ha cebado en Poe y en Lovecraft, en los cuales ha pillado elementos muy turbios que explican su fascinación por el blanco. Este no es el caso de Tolkien y no lamentamos carecer de espacio para demostrarlo, porque es obvio. Si después de leer El Señor de los Anillos alguien piensa que Gandalf está justificando el apartheid, lo sentimos porque ha perdido algo irrecuperable y que le hará mucha falta: la inocencia.

Se interesó en los cuentos de hadas

Se interesó en los cuentos de hadas por puro mecanismo de defensa: en la Primera Guerra Mundial estuvo en la ofensiva del Somme, una masacre vergonzosa donde unos generales ineptos enviaron a lo mejor de Inglaterra a un matadero que sólo dejó de operar cuando había producido 600.000 muertos. Rodeado de fango, sangre y entrañas reventadas, viendo caer a sus mejores amigos y devorado por unos piojos insaciables que transmitían la fiebre de las trincheras, el joven teniente Tolkien entendió que la historia era una pesadilla y que el mundo mágico de las hadas era preferible a esta realidad de cadáveres que se podrían a la intemperie, colgando de las alambradas como espantapájaros. Cuando regresó a Oxford, no sólo descubrió que de los 3.000 estudiantes de la universidad habían sobrevivido menos de 300, sino que su fascinación por los mundos de la fantasía no lo abandonaría jamás.