Inesperadamente, se escucha el eco de algo que da visos de alegría. En un inicio parece ser el sonido de un veloz martilleo que va en aumento. Después, la resonancia que produce el golpe de una gota de agua cuando cae dentro de un balde, pero a una escala gigante. Se trata del llamado eufórico de una marimba que sale de una de las casas y recorre la calle, se cuelga de las ramas de los árboles, toca las puertas de los hogares vecinos y desaparece antes de repetirse.
La gente que, en un principio, no parecía estar allí empieza a salir automáticamente de sus casas como si resucitaran al escuchar un llamado que los convoca. Algunos niños corren hacia el golpe de la marimba: sueltan risotadas, aplauden, bailan, se abrazan, sacan sus propios bombos -no se ve ningún juguete, ya lo dije- y empiezan a tocar con la propiedad que les brinda haber nacido envueltos por su sonido. El Tiempo
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miércoles, 24 de noviembre de 2010
La calle donde reina la voz de la marimba
En uno de los extremos de Buenaventura, la enorme boca por donde entra al país todo lo que nos llega del exterior, hay un barrio que se llama Viento Libre y en él, una calle sin pavimentar que se abre como si fuera una puerta falsa dentro del desolador panorama de casas resquebrajadas por la humedad del trópico y que, paradójicamente, fue bautizada con uno de los nombres más poéticos del Pacífico colombiano: Piedras Cantan.
Es una calle sin salida bordeada por casas de madera que flotan sobre el agua, ancladas sobre gruesos troncos, tan quietas y grises como la realidad que se percibe al entrar: las puertas y ventanas están cerradas y desgastadas. No hay sillas. No hay triciclos. No hay juguetes. No hay ropa colgada. No hay nada. El entorno agoniza en silencio: el viento no corre libre ni tiene la suficiente fuerza para mover las hojas de las palmas y los árboles.
Tampoco las piedras cantan. El Tiempo
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Es una calle sin salida bordeada por casas de madera que flotan sobre el agua, ancladas sobre gruesos troncos, tan quietas y grises como la realidad que se percibe al entrar: las puertas y ventanas están cerradas y desgastadas. No hay sillas. No hay triciclos. No hay juguetes. No hay ropa colgada. No hay nada. El entorno agoniza en silencio: el viento no corre libre ni tiene la suficiente fuerza para mover las hojas de las palmas y los árboles.
Tampoco las piedras cantan. El Tiempo
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Simon, Tyler
Según Simon, Tyler es un buen tipo y de acuerdo a lo que le ha contado su ex compañero de set Randy Jackson, se han divertido mucho trabajando con él.
El papel de juez es "un trabajo muy divertido y hay que tomárselo como eso. Uno no puede tomárselo demasiado en serio" concluyó el productor.El Tiempo
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