miércoles, 24 de noviembre de 2010

La calle donde reina la voz de la marimba

En uno de los extremos de Buenaventura, la enorme boca por donde entra al país todo lo que nos llega del exterior, hay un barrio que se llama Viento Libre y en él, una calle sin pavimentar que se abre como si fuera una puerta falsa dentro del desolador panorama de casas resquebrajadas por la humedad del trópico y que, paradójicamente, fue bautizada con uno de los nombres más poéticos del Pacífico colombiano: Piedras Cantan.

Es una calle sin salida bordeada por casas de madera que flotan sobre el agua, ancladas sobre gruesos troncos, tan quietas y grises como la realidad que se percibe al entrar: las puertas y ventanas están cerradas y desgastadas. No hay sillas. No hay triciclos. No hay juguetes. No hay ropa colgada. No hay nada. El entorno agoniza en silencio: el viento no corre libre ni tiene la suficiente fuerza para mover las hojas de las palmas y los árboles.
Tampoco las piedras cantan. El Tiempo

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