Inesperadamente, se escucha el eco de algo que da visos de alegría. En un inicio parece ser el sonido de un veloz martilleo que va en aumento. Después, la resonancia que produce el golpe de una gota de agua cuando cae dentro de un balde, pero a una escala gigante. Se trata del llamado eufórico de una marimba que sale de una de las casas y recorre la calle, se cuelga de las ramas de los árboles, toca las puertas de los hogares vecinos y desaparece antes de repetirse.
La gente que, en un principio, no parecía estar allí empieza a salir automáticamente de sus casas como si resucitaran al escuchar un llamado que los convoca. Algunos niños corren hacia el golpe de la marimba: sueltan risotadas, aplauden, bailan, se abrazan, sacan sus propios bombos -no se ve ningún juguete, ya lo dije- y empiezan a tocar con la propiedad que les brinda haber nacido envueltos por su sonido. El Tiempo
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