Según afirmó su amigo Karl Holz, Beethoven se encontraba trabajando en una Décima Sinfonía, cuando falleció, de la cual llegó a tocar ante él unos compases al piano. El fragmento, constaba de una introducción en mi ♭ seguida por un contundente allegro en do menor.
Partiendo de esa escueta descripción, el musicólogo británico Barry Cooper indagó en los últimos esbozos beethovenianos. Habiendo dado con 200 compases que, a tenor de su conocimiento del artista -Cooper es especialista en Beethoven- le pareció legítimo asignar a la hipotética sinfonía, pergeñó, al precio de algunas repeticiones, un primer movimiento que fue interpretado y grabado por la London Symphony Orchestra.
Aun cuando Cooper se guardó bien de pretender que su obra fuera un fiel reflejo de las intenciones de Beethoven -él mismo precisa que el resultado se asemeja más, sospechosamente, a las obras de su época intermedia-, su iniciativa suscitó un escándalo considerable y la existencia de una Décima Sinfonía, siquiera en estado larvario, sigue siendo polémica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario