Compensaba su pereza con una memoria fuera de lo común y una habilidad natural para jugar con las palabras que le permitió hablar seis idiomas a los 9 años y crear de niño un par de lenguas nuevas, que después destruyó porque “mi mamá no estaba de acuerdo con que perdiera el tiempo de esa manera”. Detestaba a los hermanos Grimm, Peter Pan nunca le llegó al alma y sospechó de Alicia en el País de las Maravillas y del Flautista de Hamelín, porque eran historias sombrías “que no tenían el atrevimiento de terminar bien”.
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